En la década de 1980, nos sentimos motivados a estudiar la potenciación homeopática porque observamos que no existía ningún método práctico lo suficientemente eficaz para ayudar a las plantas y los suelos a conectar con las fuerzas de la Vida. De hecho, la mayoría de los sistemas agrícolas solo exacerbaban esta desconexión.
Sabíamos que dos escuelas principales utilizaban remedios potenciados: la homeopatía, fundada por Samuel Hahnemann, y la medicina antroposófica, desarrollada según las directrices sugeridas por Rudolf Steiner. Así que comenzamos a recorrer los caminos definidos por estas dos escuelas, pero pronto nos vimos obligados a forjar nuestro propio camino, ya que ninguna de ellas era lo suficientemente eficaz en los reinos mineral y vegetal.
Ambas prácticas se adaptaron a las necesidades de los humanos, quienes, huelga recalcar, son muy diferentes de la tierra y las plantas por ser portadores de un alma y, sobre todo, de un espíritu consciente de sí mismos. Además, utilizar productos homeopáticos elaborados para humanos en plantas y tierra habría implicado un gasto excesivo e inviable.
Sin embargo, queremos dejar muy claro que nuestra evaluación de la insuficiencia de los remedios y preparados no se extiende a los principios en los que estos dos genios pioneros han basado su trabajo. No obstante, los aspectos técnicos de la preparación de estos remedios fueron diseñados para las necesidades de seres muy diferentes a los que nos dirigimos: los de los reinos mineral y vegetal.